lunes, 10 de enero de 2011

EL ENEMIGO IMPLACABLE

No importa dónde te escondas porque no hay lugar dónde esconderse, de nada sirve gritar, de nada sirve llorar, de nada sirve implorar, de nada sirve correr, él sigue avanzando, inexorable, ganando posiciones sigilosamente hacia su segura victoria y acabará con todos nosotros, sin piedad.
Cada efeméride nos recuerda que sigue ahí y que inevitablemente acabará con todos nosotros, asesinando ilusiones, masacrando apegos, sesgando vidas, es el enemigo más implacable, el más impío y a la vez el más justo de todos porque no hace distingos de clero, ni de raza, ni de posición, todos son tratados por igual y a todos asesta certeros golpes para los que no hay posible recuperación.
No acepta rendición, no hace prisioneros pero todos cumplimos la perpetua condena que dictada por su lento e interminable caminar nos encarcela en la celda de su métrica
Matarlo es pura retórica, combatirlo es retrasar su victoria y volverá de nuevo para, con mayor crueldad, cobrarse aquello que le pertenece, su nombre es tiempo y es quien nos da un pasado que sólo sobrevive en la memoria de algunos, nos regala un presente que no existe y proporciona un futuro tan seguro como incierto.
Un año acaba de terminar otro no ha hecho más que empezar y como Phil Connors (Bill Murray) en el día de la marmota, parecemos encaminados a vivir de manera cíclica el mismo capítulo de nuestra vida y otra vez sonará el "I got you babe" hasta realizar algo que marque el punto de inflexión  a partir del cual podamos pasar página.
No hay más tiempo perdido que aquel en él que no aprendes nada y no hay mayor pérdida de tiempo que esperar que algo cambie, siempre hay algo que aprender y siempre hay algo que puedes cambiar, no pretendo ganar la guerra, sólo apuntarme pequeñas victorias en el diario de guerra, pequeñas victorias que hagan más agradable la derrota.

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