jueves, 31 de marzo de 2011

EL TESORO DEL PASADO

El viajero continuó su viaje, las palabras del anciano aún estaban presentes en su cabeza, cuántas veces sin saberlo había contribuido a echar arena en el desierto y cuántas más, sin quererlo, volveria a hacerlo.
Ensimismado en sus pensamientos cogió el sendero que se dirigía al oeste, estaba cansado y había oído comentar que no muy lejos en esa dirección había un pueblo de gente hospitalaria que, sin duda, le darían cobijo y alimento, aunque más que por la hospitalidad de sus gentes el viajero tomó el camino porque había escuchado viejas historias acerca de la belleza de la montaña, en cuya falda se asentaba el pueblo.
Tan abstraído iba que casi sin darse cuenta había llegado a su destino, un pequeño pueblo de pequeñas casas se divisaba ya no muy lejos y detrás una enorme montaña. El sol ya se estaba ocultando y una increíble gama de colores púrpura subía hacia el cielo y poco a poco el púrpura se acababa dando paso a una estela de azules y violetas que se difuminaban hasta llegar casi al negro, la luna llena quedaba a su espalda iluminando el camino y llenando de luminosos contrastes la montaña y pensó que las historias que había escuchado acerca de su belleza, todas y cada una de ellas, se quedaban cortas.
Se adentró en el pueblo con idea de hacer noche y a la mañana siguiente intentar subir la montaña, todas las casas tenían luz, todas menos una, la más grande, sin darle mayor importancia se dirigió a lo que parecía una posada, la puerta permanecía entreabierta, en realidad todas las casas, menos una, la que no tenía luz, tenían las puertas abiertas.
- Buenos días posadero. - Saludó, la posada era regentada por un hombre mayor, era difícil acertar su edad, pero por su apariencia bien podría tener no menos de 60 años.
- Buenos días viajero, parecéis cansado y con hambre, puedo ofreceros algo de comer y beber y una cama dónde podréis descansar.
- Gracias posadero, no me vendría mal comer y dormir algo. - Le agradeció el viajero, lo cierto es que el viaje no se le hizo muy largo, pero llevaba bastantes horas de trayecto y desde su parada en el desierto no había vuelto a tomar nada.
- Tomad asiento amigo y enseguida os llevaré algo de comer y luego os prepararé una habitación dónde podréis descansar. - Era el posadero un hombre tranquilo y su disposición hacía honor a la fama de hospitalarios que tenían.
- Decidme viajero, ¿qué habéis venido a hacer a nuestro humilde pueblo? - Preguntó el posadero mientras llevaba algo de comida y bebida a la mesa.
- Vine a ver vuestra montaña, es conocida por su enorme belleza y estoy deseoso de caminar por ella. - Respondió el viajero, casi prestando más atención a los alimentos que al viejo posadero.
- Por cierto posadero. - Comentó curioso. - Observé al entrar en el pueblo que todas las casas tenían luz, todas menos una, ¿qué guardáis en esa casa? - Preguntó.
- ¿En la casa vieja?, ahí guardamos lo que aquí llamamos el tesoro del pasado. - Respondió con voz serena.
- ¿El tesoro del pasado?, ¿qué es ese tesoro? y siendo un tesoro, ¿por qué nadie lo custodia? - La respuesta del posadero había avivado la curiosidad del viajero que no había dudado en volver a preguntar.
- Es un tesoro que nos pertenece a todos y que ya nadie puede ver ni tocar. - Respondió nuevamente.
- La verdad posadero, me gustaría entrar y verlo. - La respuesta del posadero le había terminado de despertar la curiosidad.
- Ya te dije que no se  puede ver viajero, sólo recordar, si tenéis pensado subir a la montaña, desde allí es posible que acertéis a conocer lo que hay dentro.
- Está bien, mañana intentaré ganar la cima. - Dijo, había terminado de comer y se disponía a ir a su habitación, hoy el cansancio podía más que la curiosidad.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
El día amaneció frío, muy frío, poco o nada apetecía hacer lejos del calor que daba la chimenea de la posada, así que el viajero salió pero antes de llegar al sendero que conducía a la cima estaba de vuelta hacia la posada y allí permaneció. En la posada no había nadie pero había alimentos y bebida, entrada la tarde regresó el posadero.
- Hola viajero, ¿qué te pareció la montaña? - Preguntó.
- No subí, cuando salí hacía mucho frío, así que volví y decidí que quizás mañana sería mejor ocasión. - Respondió.
- ¡Oh, qué pena viajero!, es cierto que hacía frío, pero te perdiste un hermoso paisaje, durante la subida el frío había helado las gotas de rocío y las hojas de las plantas y de los árboles refulgían como si tuvieran luz propia y desde la cima se veía el valle helado que reflejaba la luz del sol como si un millón de estrellas nacieran dentro.
- ¿Tú subiste posadero? - Preguntó sorprendido, hacía mucho frío para él y pensó que mucho peor sería para un hombre de la edad del posadero.
- Sí viajero, creí que era un buen día para hacerlo.
- Yo subiré mañana. - Respondió el viajero.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
La mañana llegó de nuevo, el día era cálido, pero hacía mucho viento el viajero salió pero el fuerte viento hacía difícil caminar y pensó que hoy tampoco era buen día para su empresa así que volvió a la posada y allí permaneció. Una vez entrada la tarde volvió el posadero.
- Buenas tardes viajero, ¿pudiste subir hoy? - Preguntó, casi esperando un no por respuesta.
- No posadero, hoy hacía mucho viento y preferí cobijarme, quizás mañana sea mejor ocasión. -Respondió el viajero.
- ¡Oh, qué pena viajero!, es cierto que era fuerte el viento, pero soplaba del oeste y una vez alcanzado el camino que lleva a la cima apenas se notaba una ligera brisa, pero desde arriba viajero, ¡qué grandioso espectáculo!, el viento agitaba el valle y miles, millones de hojas y de semillas, volaban por el aire, tantas que casi no se veía el cielo y con un manto de mil colores y mil tonalidades, todo el valle quedó cubierto.
- ¿Subiste de nuevo posadero? - Preguntó aún más sorprendido, hacía mucho viento y habiendo subido el día anterior le parecía carecer de mucho sentido el volver a subir.
- Sí viajero, creí que era un buen día para hacerlo.
- Yo subiré mañana. - Afirmó el viajero.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
La mañana amaneció pronto y amaneció lluviosa, el agua caía torrencialmente haciendo el día nada apacible y quitando las ganas de salir a cualquiera que echara un vistazo a través de la ventana y así, el viajero tomó de nuevo la decisión de volver a quedarse dentro de la posada.
A la misma hora que los días anteriores entró el posadero.
- Hola viajero, ¿qué te pareció la montaña? - El viajero estaba seco y eso hacía presagiar que de nuevo no habría subido.
- No subí posadero, llovía mucho y pensé sería mejor esperar un día mejor. - Dijo algo contrariado.
- ¡Oh, qué pena viajero!, llovía mucho, sí, pero hay muchos árboles en el camino que lleva a la cima y llega un momento en el que apenas te mojas, estaba precioso hoy el camino. Desde la cima podías ver cómo la lluvia llenaba de agua los veneros y a mitad de camino forman un salto de agua que pronto formaban arroyos que desembocan en el pequeño lago. Dejó de llover durante unos minutos y las aguas quedaron en calma, parecía haber dos bosques y dos cielos y si no fuera por los reflejos de plata que partían del lago como una lluvia de estrellas fugaces, sería imposible distinguirlos.
El viajero agachó la cabeza y pensó en lo torpe que había sido y en la cantidad de cosas bonitas que se había perdido. Levantó de nuevo la mirada y por fin acertó a decir:
- De mañana no pasa posadero, mañana subo.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
El nuevo día llegó y una suave brisa corría en la calle y traía el aroma de las flores recién nacidas, el viajero respiró profundamente, todavía notaba el olor de la tierra mojada y pensó que hoy sí sería un gran día para subir a la montaña y allí se dirigió esperando ver las maravillas que el posadero le había contado. Cuando llegó la tarde bajó de la montaña y observó desde arriba que en la casa en la que guardan el tesoro del pasado no estaba techada y que dentro había.. ¡nada!
Al entrar vio y saludó al posadero.
- Hola. - Dijo con voz triste mientras se sentaba.
- Hola viajero, llegas tarde hoy, ¿subiste por fin a la montaña? - Preguntó mientras le servía algo de beber.
- Sí, hoy subí la montaña. - Contestó algo apesadumbrado.
- Y.. ¿qué viste, viajero?
- Una montaña, bonita sí, pero como todas, no vi el nido dónde parecen nacer las estrellas ni volar semillas y hojas ni el valle cubierto de infinitos colores ni vi el cielo en el lago.
- Siento que no te gustara viajero, también yo subí hoy y el cielo estaba precioso cuando salí, el sol ya calentaba y la luna aún permanecía en el cielo y el valle parecía un mar cubierto de flores y el suave viento agitaba las flores recién abiertas y la hierba. Olas de verde, azul, violeta y rojo bailaban al compás de una canción de vida renacida que tocaba el viento, qué pena que no pudieras verlo viajero.
- No lo ví, pero sí me percaté de algo posadero, al bajar vi que la casa del tesoro no tiene techo y no había nada dentro, no vi tesoro alguno. - Dijo dejando entrever que se sentía engañado.
- Eso es viajero, porque estos días atrás pudiste aprovechar pero perdiste tu tiempo y ahora un tesoro vacío queda escondido en tu recuerdo y jamás podrás tocarlo de nuevo. - Aseveró el posadero.
- Pero las circunstancias no acompañaban el momento. - Dijo no sin cierto disgusto el viajero.
- No había momento mejor viajero, estabas tú y contigo tu deseo y las circunstancias que te rodeaban sólo eran aderezo, cada ocasión perdida tiene por custodio al tiempo y en algún momento te contará que lo que perdiste no vuelve.
- Ya posadero, pero hoy subí y nada vi, ¿de qué sirvió el viaje?, de nada. - Dijo molesto.
- No viajero, quisiste ver lo que yo vi pero tus ojos no son los míos y tú no sientes lo que yo siento y viajero de nada sirve que alguien te cuente algo si tú, te vuelves incapaz de verlo. Aquello que veas, aquello que sientas deja de ser, en ese preciso instante, tesoro del pasado y se convierte en la fortuna de tu presente. Por eso conservamos vacío el depósito del tesoro del pasado, para no olvidar que de nada sirve estar vivo si no eres capaz de seguir viviendo.
- Hoy, posadero, he aprendido algo que debí aprender hace tiempo y que, seguro, ya no olvidaré.
No hay mayor tesoro que tu vida
Ahora es la mejor ocasión
Ahora es el mejor momento
Ponte el traje de la convicción
El deseo es tu mejor argumento
Para estar vivo y seguir viviendo....

viernes, 25 de marzo de 2011

EL OASIS

El viajero siguió su camino y durante su viaje pudo ver las increíbles maravillas que adornan el sendero por dónde su caminar transitaba.
Un día a lo lejos observó un enorme desierto que  por momentos, parecía hacerse más grande y atraído por su inmensidad dirigió sus pasos hacia allí y comprobó que efectivamente el desierto crecía lentamente y pensó horrorizado que si seguía creciendo, alguna vez todo cuánto había visto podría llegar a ser un inmenso desierto.
Con miedo se adentró en él, la curiosidad siempre vencía los miedos del viajero, anduvo por el desierto durante varias horas hasta que no mucho más lejos de dónde él estaba vio un oasis y cerca de él un anciano, decidió dirigirse hacia el oasis para beber algo de agua y con la idea clara de satisfacer su curiosidad acerca de tan extraño lugar.
El anciano tenía el pelo largo y larga barba, su pelo parecía estar endiabladamente enredado de tal manera que cada uno de los enredos parecía haber sido cuidadosamente peinado, vestía un talar blanco que resplandecía brillante y hacía casi imposible apartar la vista de él, los pies descalzos y en las manos un cayado que le servía de bastón y aún le daba un aire más venerable.
- ¡Hola anciano! - Saludó el viajero.
- Hola viajero, pareces cansado, puedes parar tus pasos en el oasis y beber agua para saciar tu sed, el desierto es un duro lugar. - Dijo el anciano.
- ¿Quién sois y qué hacéis aquí? - La curiosidad era su debilidad y no pudo evitar preguntar.
- Soy el guardián de estas tierras y de lo que habita en ellas. - Contestó.
- Perdone mi atrevimiento y curiosidad anciano, pero me parece un extraño desierto, al entrar me ha dado la sensación de que, por momentos, se hace más grande. - Comentó.
- Y así es. - Respondió el anciano.
- Pero, ¿cómo es posible anciano?, ¿qué maldición tienen estas tierras? - Preguntó no sin declarar cierto miedo en el timbre de su voz.
- Ninguna maldición ha caído sobre estas tierras. Dime viajero, ¿alguna vez dejaste de decir algo que querías decir y que, posiblemente, alguien quisiera oír? o ¿alguna vez dejaste de hacer algo que te hubiera gustado hacer y que, posiblemente, alguien hubiera querido que hicieras?
- Sí anciano, alguna vez... - Respondió el viajero mientras recordaba las numerosas veces que omitió decir un te quiero o un lo siento o no dio el abrazo que tanto necesitaba dar.
- Y dime viajero, ¿alguna vez te enojaste sin motivo o con pocos argumentos y mostraste tu enojo sin rubor? - Volvió a preguntar, su voz era grave pero templada y serena y transmitía tranquilidad a quién la escuchaba.
- Sí anciano, ¿quién no? - Dijo mientras en su memoria se agolpaban tantos momentos desagradables que había creado sin motivo aparente o de forma innecesaria.
- Cada vez que omitimos las palabras que deseamos decir y que alguien necesita oír, cada vez que dejamos de hacer aquello que deseamos hacer y alguien necesita que hagamos por él, cada vez que hacemos patente nuestro enfado aún sabiendo que no hay motivos para ello, añadimos un grano de arena al desierto. Ese, viajero, es el motivo por el cuál el desierto se hace cada vez más grande. - Dijo mientras hundía el cayado en la arena, dispuesto a continuar su inacabable caminar.
- Un momento anciano, un momento, ¿y el oasis?, ¿quién crea el oasis?, ¿quién cuida para que el desierto no lo cubra?, ¿es ese tu cometido anciano? - Volvió a preguntar, pensando en cuántos granos de arena había aportado a ese desierto a lo largo de su vida.
- No viajero, no es ese mi cometido aquí. Cada vez que alguien dijo palabras que otro necesitaba oír, cada vez que alguien hizo algo que otro necesitaba que fuera hecho y cada vez que alguien no dijo o no hizo algo y tras seguir su camino corrió de vuelta para dar un abrazo y susurrar "te quiero" contribuye a que el oasis no se pierda. - Respondió iniciando su lento e incansable caminar.
- Entonces anciano, ¿cuál es tu cometido aquí? - Volvió a preguntar el viajero.
El anciano se volvió y contestó:
- Hacerte saber que el desierto y el oasis tienen origen en el mismo lugar, en lo más profundo de tu corazón, en cada uno de tus sentimientos y en cada uno de tus actos y que en tu mano está crear una cosa u otra.

Cada ahogada intención
Cada silencio ensordecedor
Cada latido del corazón
Permanecerá por siempre
En la memoria perdida
En la brevedad de tu vida

miércoles, 16 de marzo de 2011

DOS OPCIONES, UNA ELECCIÓN

No es la primera vez y supongo que no será la última en la que vienen a mi cabeza el par de opciones que como mínimo siempre están presentes en nuestras vidas. Alguien escribió hace unos días, ".. y no vas a ningún lado aún dando pasos más largos.." es más duro que lo que a simple vista pudiera parecer y quién no ha sentido alguna vez que camina sin rumbo y que lo que creías tu destino, tu fin, se desvanece en el aire y en el tiempo como si nunca hubiera sido, arrancando una parte de nosotros mismos.
La derrota tiene un sabor amargo y es difícil de digerir, sobre todo cuando uno no sabía o no era consciente de que podía perder, no parecía una guerra lo que se estaba librando y nadie avisó de que lo era, tampoco hubo aviso previo del fracaso y no sonó ninguna sirena de alarma, pero has perdido y lo que parecía tuyo te ha sido arrebatado, quitando sentido a tu ser y a tu existir.
Todos esperamos encontrar algo en la vida, ese algo que le dé sentido a nuestra existencia, ese "algo" no es universal, cada uno de nosotros tiene unas inquietudes, unos deseos, unos anhelos diferentes pero todos, sin excepción, esperamos "algo".
La diferencia entre unos y otros es, que mientras unos pierden su tiempo y vacían sus vidas esperando lo que buscan, otros las llenan buscando lo que esperan, dos opciones y una elección.


La vida es un camino por recorrer
Poder ganar implica poder perder
No llores por lo que perdiste
Alégrate por lo que tuviste
Aquello que nos separará
Es aquello que nos igualará
Fracasar no es desear la luna bella
El fracaso será no luchar por ella

viernes, 11 de marzo de 2011

PRUEBA DE VIDA

Dónde está el comienzo y dónde el fin, quizás podemos poner el principio de la vida en el momento en que nacemos o yendo un poco más lejos, en el momento en él que tomamos conciencia de nuestra propia existencia, puede que ese sea el punto de inicio, el pistoletazo de salida al comienzo de nuestra vida y el comienzo de tantos sueños y frustraciones, vitorias y sinsabores, alegría y tristeza.
Como si cada cosa positiva tuviera su opuesto, a nadie nos gusta aquello que consideramos negativo, salvo rara excepción y dónde en ocasiones me incluyo.
Creo que lo que nos diferencia a unos de otros es la capacidad de sentir, en el sentido más espiritual de la palabra y es ahí dónde creo que es mejor sufrir que no sentir porque el mayor de los sufrimientos irá acompañado del mayor de los sentimientos y aquél que pueda experimentar un gran sufrimiento será a su vez capaz de experimentar una gran felicidad.
La vida y su inevitable e incierto final hacen que cada paso que damos sea especial pero la tranquilidad que da el sentirnos seguros hace que, no seamos capaces de valorar cada uno de esos momentos y que únicamente apreciaremos en su ausencia.


La tierra era libre entonces
Y eran libres nuestros deseos
Al borde del acantilado
En el lugar dónde nace el viento
Prometimos cumplirlos todos
Convertimos el atardecer
En el guardián del juramento
Tocamos el horizonte con las manos
Nos bebimos los días, las horas
Hasta caer borrachos de tiempo
Y ahora que nos faltan segundos
Quisiéramos detener su progreso

martes, 8 de marzo de 2011

EL MAR

Es el mar quizás el lugar con más encanto en la tierra, no hay nada comparable, planeta azul que debe su nombre a la inmensidad de los océanos que lo cubren.
De movimiento inquebrantable, siempre igual y siempre desconocido, murmullo de olas rotas, cobijo de mareas y tempestades, tumba de miles de almas, espejo de soñadores, corazones vertidos llevan tus aguas de quien te amó y no fue correspondido.

Navegué por la piel del mar
Queriendo llegar a puerto
Las aguas estaban en calma
El velamen estaba inquieto
Intenté gobernar mi barco
Pero el aire no tiene piedad
De aquél que desafía su reino
En previsión de la tempestad
Puse la proa al viento
Dejé mi barco al pairo
El timón dejé suelto
Trantando de no naufragar
Perdí hasta el último aliento
Pero mi barco no es "El Temido"
Y en su vela no gime el viento
La luna riela en mi alma
La libertad de mi Dios muere
Dónde naufraga el sentimiento

viernes, 4 de marzo de 2011

NIEVE

El día ameneció nevado como queriendo decir algo, la calle permanecía en silencio, ese silencio que únicamente cuando nieva se puede oír, los niños se apresuran para vestirse lo antes posible y salir a jugar con la nieve.
- Venga mami, date prisa. - Reclamó el pequeño, aún seguía nevando pero viendo su cara parecía que la nieve pudiera derretirse en un instante, sin haber podido combatir en la guerra que, irremediablemente, se avecinaba y en la que soñaba en convertirse en héroe de la batalla.
- Ten cuidado, el suelo estará resbaladizo y no quiero sustos. - Dijo su madre, no podía evitar lastrar con precaución las ganas de jugar, aunque la niña que no hace mucho fue, todavía deseaba con las mismas ganas que los pequeños salir a jugar con la nieve, pasear sobre ella y oírla crujir bajo sus pies.
- ¡¡¡Mamá!!! ¡dile al enano ese que se dé prisa! - Gritó el mayor desde la puerta, los amigos estaban ya en la calle y sólo ellos permanecían en casa, era el pequeño quien retrasaba su participación en la guerra y en la segura construcción de un muñeco de nieve y pensando en ello sin que su madre le viera ya había cogido una zanahoria que a la postre sirviera como nariz.
- Id bajando vosotros y ahora bajo yo con él. - No quiso seguir alimentando las ganas de bajar y que finalmente pudiera convertirse en el objetivo principal de los lanzamientos de todos. Desde unos días atrás el pequeño no se encontraba muy allá y la nevada no había caído en el mejor momento así que trataba de no dejar entrada posible al frío, más que darle abrigo parecía querer envasarlo al vacío.
El gorro tapaba las orejas, las katiuskas por debajo del pantalón, guantes impermeables, abrigo de plumas, sí, tras un último vistazo podía dar el visto bueno y ahora ya podía echarse algo por encima para acompañar a su pequeño al blanco campo de batalla.
- Mami, ¿qué es la nieve? - Preguntó mientras caminaba de la mano de su madre hacia el parque, dónde pequeños y no tan pequeños jugaban con la fría nieve.
Su madre le miró con ternura y le dijo:
- La nieve que ves son sueños, cada copo que cae es un sueño lanzado al aire y que llega al cielo, un sueño que alguien tiene por cumplir y de vez en cuando Dios los devuelve a la tierra en forma de copos de nieve y ¿sabes? si haces un muñeco de nieve es posible que uno de esos sueños se haga realidad, pero mientras haces el muñeco tienes que pensar en la persona que tiene ese sueño por cumplir.
- Mami, ya no quiero ir a tirar bolas de nieve. - Dijo el niño mientras miraba al cielo. Cada vez nevaba más fuerte y sólo los gritos de los niños jugando invitaban a seguir en el parque.
- ¿Por qué?, te encuentras mal o es que ya no quieres jugar y quieres ir a casa. - Preguntó con ganas de que la respuesta del niño fuera afirmativa. Hacía frío y era consciente de que pese a que no quería cortar unas horas de juego que, con suerte, sólo se dan un par de veces al año, no era conveniente que el pequeño cogiera más frío.
- No, mami. ¿Me ayudas a hacer un muñeco de nieve que se parezca a mí? - El chiquillo parecía esconder algo.
- Sí, cariño, ¿para qué?
- Es que... mami, ayer soñé que papa estaba otra vez aquí y nos abrazaba de nuevo y quiero que mi sueño se haga realidad.
Hacía ya algo más de 6 meses que su padre les había abandonado, tras mucho luchar no pudo con la enfermedad que finalmente acabó con su vida.
- Te voy a contar algo. - Dijo su madre.
- Antes de irse papá me dijo que su sueño era estar siempre con nosotros, así que, qué te parece si hacemos un muñeco pensando en papá y cuando esté terminado cogemos un trozo de nieve y nos lo comemos, así papá estará siempre dentro de nosotros y su sueño se habrá hecho realidad. - La madre estaba conmovida porque el pequeño había puesto de manifiesto algo que ella sabía pero que intentaba evitar, no le gustaba ver a sus hijos tristes por la muerte de su padre, no encontraba la forma de consolar ese duelo.
- ¡Vale!. - Dijo el niño.
Entre la madre y el niño hicieron el muñeco y una vez terminado comieron un trozo de nieve que formaba el muñeco.
- ¿Nos vamos? - preguntó el niño.
- Sí. - Contestó, ya llevaban más tiempo en el frío de lo que ella hubiera querido, se levantó del helado suelo y vio como su hijo pequeño cogía algo más de nieve del muñeco y la guardaba en los bolsillos.
- ¿Qué haces? ¿para qué quieres más nieve? - Preguntó curiosa la madre.
- Mami, el sueño de papá era estar con todos nosotros, llevo nieve para mis hermanos. Ellos la comerán también y así el sueño de papá se habrá hecho realidad y siempre estará con nosotros.
Cogió de la mano al niño y juntos regresaron a casa, ella sabía que él habitaría siempre en su corazón y en el de sus hijos.
Nunca olvides quien fui
Depositario de sueños
Siempre habrá un niño dentro de mí

miércoles, 2 de marzo de 2011

ECLIPSE DE SOL

Era otra época, otro tiempo, en el cielo no había luz y sólo a lo lejos se adivinaba alguna estrella, la oscuridad reinaba en la tierra, fue entonces que un astro se acercó y la vio a ella, la observó desde lejos, nunca había visto tanta belleza y desde aquel primer momento supo que cada latido de su corazón sería por ella.
Un día, no importa cuándo, un día cualquiera consiguió la valentía suficiente para acercarse a hablar con ella:
- Hola mi nombre es Sol, ¿cómo te llamas? - Susurró
- Selene - Contestó sonriendo.
- ¿Sabes? - Le dijo el Sol:
Desde hace tiempo te miro
Y tu magia me tiene preso
No puedo apartar la vista de ti ni por un momento
Enigmática y misteriosa, atravesando el firmamento
- Soy pequeña y así me siento, menuda en medio del universo. - Contestó Selene.
- Serás mi niña, Luna de azúcar y desde hoy te juro amor eterno. - Replicó el Sol.
Ella le cantó una canción al oído de la que únicamente él podía escuchar su letra:
Apareciste de la nada y me diste todo
Alegría y tristeza, excitación y calma
Ahora todo el tiempo me parece poco
Siento que tus halagos me llegan al alma
Tu luz ilumina mi camino
Tu voz es mi sonrisa
Tu verdad mi destino
Durante días, quizás durante años o quizás milenos, es imposible saber cuánto ha pasado cuando no se mide el tiempo, el Sol cortejó a su Luna y mil veces le dijo te quiero.
Pero un día Selene con lágrimas en los ojos cogió el puñal de la despedida y le asestó un golpe certero:
- No me digas eso Sol, yo no te pertenezco, mi sito está aquí con las estrellas y con el cielo, con ellos estoy y a ellos me debo. Confundiste las palabras, confundiste los sentimientos, quizás en otro espacio, quizás en otro universo, quizás en otra época pudiera ser amor lo que hoy siento.
El Sol iracundo no pudo o no quiso entenderlas, se negó a creer que su amor no pudiera ser correspondido, él, el Sol, no podía estar equivocado, sin saber qué tienen que ver amor y tiempo y juró quemar su amor y arder eterno.
- Hoy Luna, te digo que arderé por siempre y es posible que nunca más podamos vernos. Ardo prendido del amor que por ti siento y la luz de mi fuego te hará aún más bella y al igual que yo, por siempre lucirás en el azul del cielo.
- Sol, ¿quién sabe?, quizás algún día volvamos a vernos y ese momento será tan grande que nadie podrá verlo y tu fuego se apagará unos instantes entonces te diré las cosas que no quise decirte.


Por eso el enamorado enloquece de amor
A la luz de la luna llena
Por eso ella necesita de la luz del sol
Para sentirse más bella

martes, 1 de marzo de 2011

UN MUNDO INSUFICIENTE

Desde el universo infinito que nos envuelve al infinito mundo que nos rodea, desde la impenetrable distancia que nos une al inalcanzable horizonte que nos separa, desde la eternidad del momento transcurrido al fugaz paso del tiempo, todo está tan cerca pero a la vez todo está tan lejos.
Hay tantas cosas conocidas que desconozco y tantas cosas desconocidas que ni siquiera imagino que se hace difícil creer hay algo absolutamente cierto o absolutamente falso, de alguna manera todo es relativo y en gran medida relativo a nuestro conocimiento de las cosas, no hay más que echar la vista atrás y ver que en el siglo XVII Galileo era condenado de por vida por defender la teoría Heliocéntrica.
¿Verdad o mentira? sólo hasta dónde nuestro conocimiento alcanza, nunca más allá y nuestro conocimiento no llega muy lejos.

Cuántos detalles escapan a nuestra mirada
Si lo que llegas a ver es sólo el comienzo
Si el final es el principio y si hay algo eterno
¿Cuántas pinceladas podrás dar al lienzo?
Versos contarán que no aprendímos nada
Alojados en el libro sinfín de nuestro tiempo
Alma inquieta, de espiritú y vida calmada
De loca sensatez y de locura sensata
Qué se puede decir
Cuando no hay certeza en las palabras
Lo que tuvimos y lo que creímos tener
Fueron testigos de mi infinita ignorancia
Mundo equivocado de líneas equivocadas
Futuro escrito en los posos de un café
Se equivocó el chamán, se equivocaba
Y en los albores de la eternidad
Miraré al cielo desde la orilla del río
Y allí le escupiré a Caronte
Que lo eterno es efímero y muere
Allí dónde empieza el horizonte