jueves, 31 de marzo de 2011

EL TESORO DEL PASADO

El viajero continuó su viaje, las palabras del anciano aún estaban presentes en su cabeza, cuántas veces sin saberlo había contribuido a echar arena en el desierto y cuántas más, sin quererlo, volveria a hacerlo.
Ensimismado en sus pensamientos cogió el sendero que se dirigía al oeste, estaba cansado y había oído comentar que no muy lejos en esa dirección había un pueblo de gente hospitalaria que, sin duda, le darían cobijo y alimento, aunque más que por la hospitalidad de sus gentes el viajero tomó el camino porque había escuchado viejas historias acerca de la belleza de la montaña, en cuya falda se asentaba el pueblo.
Tan abstraído iba que casi sin darse cuenta había llegado a su destino, un pequeño pueblo de pequeñas casas se divisaba ya no muy lejos y detrás una enorme montaña. El sol ya se estaba ocultando y una increíble gama de colores púrpura subía hacia el cielo y poco a poco el púrpura se acababa dando paso a una estela de azules y violetas que se difuminaban hasta llegar casi al negro, la luna llena quedaba a su espalda iluminando el camino y llenando de luminosos contrastes la montaña y pensó que las historias que había escuchado acerca de su belleza, todas y cada una de ellas, se quedaban cortas.
Se adentró en el pueblo con idea de hacer noche y a la mañana siguiente intentar subir la montaña, todas las casas tenían luz, todas menos una, la más grande, sin darle mayor importancia se dirigió a lo que parecía una posada, la puerta permanecía entreabierta, en realidad todas las casas, menos una, la que no tenía luz, tenían las puertas abiertas.
- Buenos días posadero. - Saludó, la posada era regentada por un hombre mayor, era difícil acertar su edad, pero por su apariencia bien podría tener no menos de 60 años.
- Buenos días viajero, parecéis cansado y con hambre, puedo ofreceros algo de comer y beber y una cama dónde podréis descansar.
- Gracias posadero, no me vendría mal comer y dormir algo. - Le agradeció el viajero, lo cierto es que el viaje no se le hizo muy largo, pero llevaba bastantes horas de trayecto y desde su parada en el desierto no había vuelto a tomar nada.
- Tomad asiento amigo y enseguida os llevaré algo de comer y luego os prepararé una habitación dónde podréis descansar. - Era el posadero un hombre tranquilo y su disposición hacía honor a la fama de hospitalarios que tenían.
- Decidme viajero, ¿qué habéis venido a hacer a nuestro humilde pueblo? - Preguntó el posadero mientras llevaba algo de comida y bebida a la mesa.
- Vine a ver vuestra montaña, es conocida por su enorme belleza y estoy deseoso de caminar por ella. - Respondió el viajero, casi prestando más atención a los alimentos que al viejo posadero.
- Por cierto posadero. - Comentó curioso. - Observé al entrar en el pueblo que todas las casas tenían luz, todas menos una, ¿qué guardáis en esa casa? - Preguntó.
- ¿En la casa vieja?, ahí guardamos lo que aquí llamamos el tesoro del pasado. - Respondió con voz serena.
- ¿El tesoro del pasado?, ¿qué es ese tesoro? y siendo un tesoro, ¿por qué nadie lo custodia? - La respuesta del posadero había avivado la curiosidad del viajero que no había dudado en volver a preguntar.
- Es un tesoro que nos pertenece a todos y que ya nadie puede ver ni tocar. - Respondió nuevamente.
- La verdad posadero, me gustaría entrar y verlo. - La respuesta del posadero le había terminado de despertar la curiosidad.
- Ya te dije que no se  puede ver viajero, sólo recordar, si tenéis pensado subir a la montaña, desde allí es posible que acertéis a conocer lo que hay dentro.
- Está bien, mañana intentaré ganar la cima. - Dijo, había terminado de comer y se disponía a ir a su habitación, hoy el cansancio podía más que la curiosidad.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
El día amaneció frío, muy frío, poco o nada apetecía hacer lejos del calor que daba la chimenea de la posada, así que el viajero salió pero antes de llegar al sendero que conducía a la cima estaba de vuelta hacia la posada y allí permaneció. En la posada no había nadie pero había alimentos y bebida, entrada la tarde regresó el posadero.
- Hola viajero, ¿qué te pareció la montaña? - Preguntó.
- No subí, cuando salí hacía mucho frío, así que volví y decidí que quizás mañana sería mejor ocasión. - Respondió.
- ¡Oh, qué pena viajero!, es cierto que hacía frío, pero te perdiste un hermoso paisaje, durante la subida el frío había helado las gotas de rocío y las hojas de las plantas y de los árboles refulgían como si tuvieran luz propia y desde la cima se veía el valle helado que reflejaba la luz del sol como si un millón de estrellas nacieran dentro.
- ¿Tú subiste posadero? - Preguntó sorprendido, hacía mucho frío para él y pensó que mucho peor sería para un hombre de la edad del posadero.
- Sí viajero, creí que era un buen día para hacerlo.
- Yo subiré mañana. - Respondió el viajero.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
La mañana llegó de nuevo, el día era cálido, pero hacía mucho viento el viajero salió pero el fuerte viento hacía difícil caminar y pensó que hoy tampoco era buen día para su empresa así que volvió a la posada y allí permaneció. Una vez entrada la tarde volvió el posadero.
- Buenas tardes viajero, ¿pudiste subir hoy? - Preguntó, casi esperando un no por respuesta.
- No posadero, hoy hacía mucho viento y preferí cobijarme, quizás mañana sea mejor ocasión. -Respondió el viajero.
- ¡Oh, qué pena viajero!, es cierto que era fuerte el viento, pero soplaba del oeste y una vez alcanzado el camino que lleva a la cima apenas se notaba una ligera brisa, pero desde arriba viajero, ¡qué grandioso espectáculo!, el viento agitaba el valle y miles, millones de hojas y de semillas, volaban por el aire, tantas que casi no se veía el cielo y con un manto de mil colores y mil tonalidades, todo el valle quedó cubierto.
- ¿Subiste de nuevo posadero? - Preguntó aún más sorprendido, hacía mucho viento y habiendo subido el día anterior le parecía carecer de mucho sentido el volver a subir.
- Sí viajero, creí que era un buen día para hacerlo.
- Yo subiré mañana. - Afirmó el viajero.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
La mañana amaneció pronto y amaneció lluviosa, el agua caía torrencialmente haciendo el día nada apacible y quitando las ganas de salir a cualquiera que echara un vistazo a través de la ventana y así, el viajero tomó de nuevo la decisión de volver a quedarse dentro de la posada.
A la misma hora que los días anteriores entró el posadero.
- Hola viajero, ¿qué te pareció la montaña? - El viajero estaba seco y eso hacía presagiar que de nuevo no habría subido.
- No subí posadero, llovía mucho y pensé sería mejor esperar un día mejor. - Dijo algo contrariado.
- ¡Oh, qué pena viajero!, llovía mucho, sí, pero hay muchos árboles en el camino que lleva a la cima y llega un momento en el que apenas te mojas, estaba precioso hoy el camino. Desde la cima podías ver cómo la lluvia llenaba de agua los veneros y a mitad de camino forman un salto de agua que pronto formaban arroyos que desembocan en el pequeño lago. Dejó de llover durante unos minutos y las aguas quedaron en calma, parecía haber dos bosques y dos cielos y si no fuera por los reflejos de plata que partían del lago como una lluvia de estrellas fugaces, sería imposible distinguirlos.
El viajero agachó la cabeza y pensó en lo torpe que había sido y en la cantidad de cosas bonitas que se había perdido. Levantó de nuevo la mirada y por fin acertó a decir:
- De mañana no pasa posadero, mañana subo.
- ¡Perfecto! - Dijo el posadero. - Cuando vuelvas me contarás qué has visto, quizás yo también suba mañana.
El nuevo día llegó y una suave brisa corría en la calle y traía el aroma de las flores recién nacidas, el viajero respiró profundamente, todavía notaba el olor de la tierra mojada y pensó que hoy sí sería un gran día para subir a la montaña y allí se dirigió esperando ver las maravillas que el posadero le había contado. Cuando llegó la tarde bajó de la montaña y observó desde arriba que en la casa en la que guardan el tesoro del pasado no estaba techada y que dentro había.. ¡nada!
Al entrar vio y saludó al posadero.
- Hola. - Dijo con voz triste mientras se sentaba.
- Hola viajero, llegas tarde hoy, ¿subiste por fin a la montaña? - Preguntó mientras le servía algo de beber.
- Sí, hoy subí la montaña. - Contestó algo apesadumbrado.
- Y.. ¿qué viste, viajero?
- Una montaña, bonita sí, pero como todas, no vi el nido dónde parecen nacer las estrellas ni volar semillas y hojas ni el valle cubierto de infinitos colores ni vi el cielo en el lago.
- Siento que no te gustara viajero, también yo subí hoy y el cielo estaba precioso cuando salí, el sol ya calentaba y la luna aún permanecía en el cielo y el valle parecía un mar cubierto de flores y el suave viento agitaba las flores recién abiertas y la hierba. Olas de verde, azul, violeta y rojo bailaban al compás de una canción de vida renacida que tocaba el viento, qué pena que no pudieras verlo viajero.
- No lo ví, pero sí me percaté de algo posadero, al bajar vi que la casa del tesoro no tiene techo y no había nada dentro, no vi tesoro alguno. - Dijo dejando entrever que se sentía engañado.
- Eso es viajero, porque estos días atrás pudiste aprovechar pero perdiste tu tiempo y ahora un tesoro vacío queda escondido en tu recuerdo y jamás podrás tocarlo de nuevo. - Aseveró el posadero.
- Pero las circunstancias no acompañaban el momento. - Dijo no sin cierto disgusto el viajero.
- No había momento mejor viajero, estabas tú y contigo tu deseo y las circunstancias que te rodeaban sólo eran aderezo, cada ocasión perdida tiene por custodio al tiempo y en algún momento te contará que lo que perdiste no vuelve.
- Ya posadero, pero hoy subí y nada vi, ¿de qué sirvió el viaje?, de nada. - Dijo molesto.
- No viajero, quisiste ver lo que yo vi pero tus ojos no son los míos y tú no sientes lo que yo siento y viajero de nada sirve que alguien te cuente algo si tú, te vuelves incapaz de verlo. Aquello que veas, aquello que sientas deja de ser, en ese preciso instante, tesoro del pasado y se convierte en la fortuna de tu presente. Por eso conservamos vacío el depósito del tesoro del pasado, para no olvidar que de nada sirve estar vivo si no eres capaz de seguir viviendo.
- Hoy, posadero, he aprendido algo que debí aprender hace tiempo y que, seguro, ya no olvidaré.
No hay mayor tesoro que tu vida
Ahora es la mejor ocasión
Ahora es el mejor momento
Ponte el traje de la convicción
El deseo es tu mejor argumento
Para estar vivo y seguir viviendo....

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